Región de Murcia: la comunidad con más superficie de regadío (16,75% del total)

La Comunidad Valenciana ocupa -tras Andalucía- la tercera posición, con un 12,48% de su territorio de regadío

Uno de los mayores mantras del Sindicato Central de Regantes del Acueducto Tajo-Segura (SCRATS) y sus partidos políticos afines es el del “déficit crónico” de agua en la cuenca del Segura, una idea que simplemente es una reformulación del viejo discurso de la “pertinaz sequía” que presuntamente sufre todo el llamado “Levante Español” desde tiempos inmemoriales. Culpabilizando a la Naturaleza de una teórica (e irreal) mala distribución de los recursos hídricos entre la “España húmeda” y la “España seca”.

Pero esta rancia base ideológica del trasvasismo y la ingeniería hidráulica casa muy mal con la realidad, pues la práctica totalidad de la Península Ibérica tiene un clima árido o semi-árido (solo algunas zonas montañosas y la fachada atlántica son húmedas).

¿De dónde surge pues el mito del “déficit estructural”? La historia es larga, pero en cierta manera se puede resumir en la transición del Plan Gasset de 1902 -más orientado a la España cerealista del interior- al Plan de 1933 -orientado a la más exigente producción hortofructícola de exportación-. De alimentar a la propia población a montar un lucrativo agronegocio.

Si algo nos demuestra esta experiencia -como también la de otras muchas partes del mundo– es el efecto perverso de las obras hidráulicas para regadíos no sociales, sino comerciales: las expectativas infladas y un cierto “efecto riqueza” en los años de abundancia hídrica hace que se ponga en riego una superficie mayor a la que puede atenderse de forma sostenible.

El Trasvase Tajo-Segura es probablemente el ejemplo más paradigmático: pese a haber traído solamente algo más de 300 hm³ cada año -hacia una cuenca que ya tiene recursos propios por 1.280 hm³ anuales-, su puesta en funcionamiento supuso casi triplicar la superficie regada en el Segura. Un incremento muchísimo más exacerbado todavía que el que ya se había vivido anteriormente con la construcción del embalse de La Fuensanta y del Cenajo.

Lo que en resumidas cuentas ha supuesto esta espiral hacia el crecimiento insostenible de los regadíos es a que las comunidades especializadas en cultivos hortofructícolas de exportación -Murcia, Andalucía y la Comunidad Valenciana- sean los que presentan (con diferencia) una mayor proporción de su territorio destinada al regadío. Aunque en los últimos años se les acerquen con gran prisa otras comunidades, como Castilla-La Mancha, al calor de la creciente exportación alcohólica de viñedos irrigados.

Superficie regada por comunidades autónomas. Fuente: ESYRCE 2017

En este contexto no deja de ser sorprendente -cuando no indignane- que las regiones que más superficie de su territorio están regando exijan “solidaridad” a la fuerza a las zonas vecinas bajo la bandera de un “déficit” artificioso. Y preocupa mucho que esas otras regiones ahora copien el modelo desarrollista y persigan también regar ampliamente por encima de sus posibilidades -siendo el gran pagano el medio ambiente y, por supuesto, las generaciones ya-no-tan-futuras-.

No nos queda otra, por tanto, que denunciar abiertamente la perversidad de este discurso y falso “déficit”, señalando claramente que se trata de una criminal sobreexplotación del recurso. Y que el paso lógico es -si estos regantes no pueden pagarse el agua desalada- racionalizar la superficie dedicada a cultivos intensivos, muy exigentes en agua. Máxime ante un escenario de cambio climático.

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